Devocionales

Reflexión: Cuando llegue a los Estados Unidos, venia de un ambiente 100% colombiano, de hablar colombiano, comer colombiano y veía el mundo con los ojos de un colombiano, nada de mis costumbres gastronómicas, lingüísticas o culturales estaban fuera de ese contexto.

Pero cuando llegue, me empecé a enfrentar a una serie de cosas que no conocía; tacos, picante en la comida, un lenguaje distinto, donde al bus se le decía camión, a los niños chamacos, a los jóvenes chavos, y a la llamada de vuelta se le decía “te llamo pa’tras. Me estaba sumergiendo lentamente en una cultura mexico-americana, y eso retaba mis raíces. Hoy después de veintisiete años en este país, todo aquello ha dejado de retarme, lo entiendo, lo acepto y fluyo en ese ambiente. Ahora cuando voy a Colombia algunas personas me tratan como mexicano, para ellas soy extranjero.

He luchado muchísimo para mantener mi acento colombiano, para no cambiar mis costumbres alimenticias, por no perder mi bagaje cultural, pero ha sido inevitable incorporar algunas cosas de mis hermanos mexicanos en mi lenguaje y por supuesto soy un declarado amante del chile jalapeño, cosa que nunca pensé y ni qué decir del amor que desarrolle por los tamales mexicanos que distan tanto en sabor y presentación del tamal colombiano; ¿porque le digo todo esto?

El apóstol Pedro en el versículo de hoy nos hace un ruego, y nos posiciona claramente en el terreno adecuado, para que estemos conscientes de lo que somos; él nos dice: “os ruego como a extranjeros y peregrinos”, ¿lo nota? Él nos está diciendo que aquí somos extranjeros, que somos peregrinos. 

¿Qué significa eso para mí y para usted? Es un llamado a la conciencia, es una notificación, un campanazo de alerta. Me dice que mientras este aquí, tengo un vehículo prestado, mi cuerpo, que ese vehículo no es lo que yo soy, que en verdad soy un espíritu y que, aunque soy extranjero también soy embajador del cielo que es mi verdadera nacionalidad. Que debo abstenerme de los deseos carnales porque ellos me son antagónicos (luchan contra mi).

Es que el mundo tratara de llevarnos en un proceso de adaptación a fin de que las cosas que allí se practican lleguen a parecernos normales, nos acostumbremos a ellas. Pero todas ellas, y eso lo sabemos muy bien, están completamente fuera de lo que Dios determina como correcto, no en vano la escritura explica que la amistad con el mundo es enemistad para con Dios. Vivimos en constante lucha por mantenernos limpios, puros, en un mundo que esta caído, pero que a diario nos quiere cautivar con cosas. Es necesario pues, que el creyente mantenga la guardia arriba, defendiendo la cultura del Reino que es de dónde venimos y a donde pertenecemos. En el antiguo testamento nos damos cuenta como se formó el pueblo samaritano, una mezcla de culturas, donde los judíos se adaptaron a las costumbres de las gentes de Cuta, Hava, Hamat y Sefarvaim que el rey de Asiria había enviado a habitar en Samaria junto con los judíos. Esos pueblos adoraban dioses paganos y así también empezaron a hacerlo los judíos que sufrieron esa mezcla.

Le voy a dar información vital, cuando el mundo dice: “Donde fueres has lo que vieres” está repitiendo una frase de Ambrosio de Milan que decía: “Cuando a Roma fueres, como romano vivieres” y era una frase acuñada para adoctrinar a los cristianos que llegaban a Roma y así lograr catequizarlos, o lo que quiere decir enraizar en ellos las costumbres griegas y helenísticas a las que ya se había adoptado por completo la iglesia católica. Dese cuenta de que manera es peligroso adaptarnos al mundo actual, porque podría llegar un día en que empecemos a llamar a lo malo bueno y a lo bueno malo.

Vea Romanos 12:1-2