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Pastor. Pedro Gonzalez
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viernes, 9 de junio de 2017

Viernes 9 de Junio

Romanos 10:3 "Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios".

Reflexión: Cuando uno lee este pasaje bíblico, no puede menos que hacerse la pregunta obligada del lector desprevenido; ¿Cuál es la justicia de Dios? Y por supuesto la respuesta no puede ser otra que Cristo. Él es la justicia de Dios y la justicia a la que la biblia se refiere como propia de alguien es esa que pretendemos alcanzar haciendo cosas que nosotros consideramos ser buenas.
Cierto es que el que sabe hacer lo bueno y no lo hace, por pecado le será contado, pero el error de este pensamiento es considerar que sabemos hacer lo bueno. Realmente lo bueno es entregarse por entero a Cristo y permitirnos vivir de acuerdo a sus mandamientos. Creo que es hora de corregirme a mí mismo, he dicho mandamientos y en Cristo ya no hay mandamientos, en Cristo solo hay un mandamiento, nuevo, mejor y más completo, es el mandamiento del amor, no me voy a referir hoy a ese mandamiento, solo quiero dejar sentado que en Cristo ya no son mandamientos sino mandamiento.
Sujetarnos a la justicia de Dios no se logra a través de un conjunto de normas y estatutos, solo se puede por medio de Jesús. Tampoco se hace viviendo bajo normas monásticas o de escita o viviendo de una manera estoica y sacrificial; Dios no quiere sacrificios, ya no los necesita, el holocausto que Dios quería ya fue sacrificado. Es que no podía Dios resistir un sacrificio tan imperfecto como el nuestro, se necesitaba de un mejor sacrificio y ese ya fue cumplido por Cristo en la cruz, a eso le llama la biblia la justicia de Dios, ya que la nuestra propia esta viciada de contaminación y jamás podrá hacernos salvos, o santos de manera alguna.
Conviene que recapacitemos en algo, la justicia de Dios es perfectamente justa, la nuestra es incompleta e imperfecta, siempre saldremos cortos frente a Dios, cuando e buscar nuestra propia justicia se trata.
Todo lo que un creyente necesita es creer en aquel que justifica, es decir en Cristo. Ya no caminamos en promesas de sacrificios para Dios o demandas sin sentido, de novenas y rituales que a nada conducen y para nada aprovechan, el sacrificio perfecto fue Cristo y lo maravilloso del asunto es que lo hizo por amor a usted y a mí. Por eso vale la pena repetir que el único mandamiento activo y efectivo es el mandamiento del amor. Practíquelo cada vez que pueda, con cada persona que pueda, en cada lugar que pueda, y se dará cuenta que rápidamente empieza usted a recoger los frutos de esa maravillosa siembra, la siembra del amor.
Vea Romanos 1:17

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